Estaba sentada frente a la pantalla del ordenador intentando dar comienzo a alguna historia junto a mi infusión, hoy tocaba manzana con canela, cuando me sobresaltó aquella melodía del móvil. Era una amiga. Por un momento iba a dejarlo sonar, pero decidí atender la llamada.
Estuvimos hablando un rato largo. Con ella las conversaciones siempre eran largas.
Cuando colgué me quedé pensativa. Aquella chica que siempre fue guapa, alta y para más inri , elegante, esperaba su primer hijo. En realidad era una niña todavía sin nombre con una futura habitación en rosa palo y blanco. Pero sobre todo era una niña muy deseada por todos, incluso por mí que cada vez que la veía le hablaba para que se acostumbrara a esta tía postiza.
Me quedé pensativa porque veía cómo iba sucediendo todo tan rápidamente. Nos conocíamos desde el instituto y seguimos la amistad a pesar de los horarios, de las parejas y de las idas y venidas de la vida. Empecé entonces a recapacitar qué pasaba conmigo. Veía cómo la gente de alrededor iba poco a poco construyendo sus vidas y yo ni siquiera había empezado. Ni siquiera sabía en qué punto estaba. También es cierto que no me había detenido a meditarlo, iban pasando las horas, los días, las semanas, los meses y los años. Los años. A pesar de todo ello yo recordaba con perfección muchas de las anécdotas del instituto, después de la facultad y después de cada trabajo en los que he estado. Y todo había sucedido tan rápido y yo me sentía tan igual que apenas había reparado en que había quedado algo anclada. En que parecía que mi vida había quedado inmóvil y repetitiva. Me limitaba a levantarme los 5min después a sonar el despertador, asearme e ir a por mi café con leche siempre puesto en la misma taza que me recordaba aquel viaje. Me dirigía la ducha y tras ella a vestirme, maquillarme, secarme el pelo, hacer la cama y coger el bolso para marcharme al trabajo.
Era todo metódico y ordenado. Era todo siempre igual. Y así un día y otro.
Vivía sola pero en realidad poco disfrutaba de ello, tantas horas en el trabajo y luego yendo a comprar, preparar la cena y la comida para el día siguiente poco respiro dejaban en aquellos días de semana. Cada vez era menos consciente de cómo pasaban los meses y yo seguía igual. La gente se iba casando, iban quedando embarazad@s, iban separándose, se cambiaban de coche o de casa y yo seguía ahí: Sin casarme, sin hijos, sin cambiar de coche ni de casa.
Quería construir pero no me quedaba tiempo para hacerlo. Mi tiempo parecía un reloj sin pilas, marcando siempre la misma hora.
Construir, ese debía ser el lema. El cómo, era más difícil de encontrar.
Apagué el ordenador, me levanté de la silla y al salir de la habitación apagué la luz.