lunes, 26 de diciembre de 2011

La Navidad

Quizá sea por las luces, por el ambiente de felicidad fingida (en algunos), pero creo que sobre todo porque finalizamos un año, había decidido escribir unas letras. Hacer un recuento de lo que había pasado.
El año anterior también lo había hecho. Porque al fin y al cabo no costaba nada agradecer lo que habían hecho por mí ante los problemas que nos aparecían a diario.
Este año lo repetí, estuve dándole vueltas y pensando qué poner y cómo enfocarlo. Estaba algo distraída en inspiración, pero finalmente, conseguí sacar algo medianamente de provecho.
Escribí a varios compañeros (pocos pero buenos) mi agradecimiento a tantas horas juntos y esfuerzos compartidos. Era mi deber.
Entonces decidí escribirle también a él, rebusqué su correo y envié mi carta navideña.  De momento, no ha habido respuesta.
Y esperando la cuenta atrás para el nuevo año.
FELIZ AÑO NUEVO.

lunes, 1 de agosto de 2011

Las Dudas

Pegada a aquella ventana cerrada y con mi gran taza de café con leche en la mano buscaba alguna respuesta. Últimamente buscaba respuestas a todo. ¿Por qué sí? ¿Por qué no? ¿Por qué ha cambiado esto de repente? ¿Por qué esto otro permanece inamovible?. Estaba confusa. Sabía que quería mejorar, como profesional, como persona, como pareja o como futura madre. Pero no sabía por dónde empezar. Quizá esto fuera esa “crisis” de las décadas que cada uno cumple y tal vez como mi fecha estaba próxima, hacía ligero balance de lo conseguido y de lo no encontrado.
Afortunadamente empezó a brillar el sol entre aquélla maraña de nubes que parecía iban a nublarnos el verano por toda una vida. Empezó a brillar la cristalera de enfrente y empezaron a verse el verde de las hojas de los árboles, el brillo de los coches tras una noche de lluvia.  Iba apareciendo la gente andando por la acera con sus paraguas cerrados.
Abrí la ventana para que aquella luz cálida entrara por toda la casa. Se echaba de menos tras tantos días sin ella. Dejé mi taza vacía de café con leche y entonces decidí que lo mejor era darme una ducha y bajar a la calle en busca de un paseo que me acompañara. Tal vez tantos días sin sol nublaban también mis pensamientos. Tal vez encontrara una nueva oportunidad profesional donde me sintiera mejor, mientras tanto, tenía algo. Intentaba ser mejor persona cada día y quizá en algún momento del día consiguiera hacer algo bueno por alguien y me hiciera sentir bien. Tal vez el día de mañana o más próximo fuera una madre capaz de afrontar todas las dificultades y sólo tal vez consiguiera crecer. Sólo sé que únicamente yo debo trabajarlo y conseguirlo. Estaba segura de ello. Era cuestión de esperar que el tiempo empezara a cambiar para guardar mi paraguas.

lunes, 13 de junio de 2011

El discurso

Tomé un pequeño trago de aquella copa de vino blanco que sirvieron para hacer tiempo, cogí mis tarjetas perfectamente ordenadas, me coloqué las tiras de aquellas sandalias carísimas y preciosas pero a la vez casi insoportables y me levanté decidida hacia aquel improvisado escenario. Dos peldaños sobre el resto.
Buenas noches a todos los aquí presentes”, un nerviosismo todavía controlado sacudía mi pulso.
Una pantalla detrás de mí mostraba esa maravilla del arte de Botticelli, El nacimiento de Venus. Nos habían dicho que podíamos proyectar lo que quisiéramos e incluso, ambientar con música nuestra presentación. Yo me incliné por únicamente proyectar. Poner música era distraer al personal allí reunido.
En primer lugar, quiero agradecer vuestra asistencia a este primer evento que se ha decidido convocar y donde, como sabéis todos, me han seleccionado como finalista.  Desde luego que para mí es toda una proeza haber llegado hasta este punto y que tanto los que me conocéis como lo que no, habéis seleccionado mi relato. Muchas gracias a todos. Incluso a los que no lo hayan seleccionado, entiendo que aún así lo han leído.  Hoy he decidido ilustrar mi pequeño discurso con esta obra de arte, El nacimiento de Venus.” Continué dando las gracias una vez más, explicando la finalidad de aquel relato y la de mi participación en tal concurso. Miraba de vez en cuando las caras de aquella gente sentada en las primeras mesas y algunos del fondo. Algunos miraban atentos, algunos otros cuchicheaban pero no me quitaban ojo. De alguna forma extraña, había conseguido calmarme y me sentía hasta algo cómoda allí arriba. Conocía a la gran mayoría allí sentada pero nunca había hecho nada parecido y mucho menos, había hablado en público.
Acabé mi exposición con una amplia sonrisa de satisfacción. Satisfacción por haber conseguido pasar estoicamente aquellos minutos sobre un estrado y satisfacción por haber logrado llegar al final de un concurso literario, modesto, pero al fin y al cabo, concurso literario.
Me llevé el segundo premio.
Conseguí mucho más de lo que jamás hubiera imaginado.

martes, 31 de mayo de 2011

La noche

El calor ya no sólo acompañaba al día sino que también empezaba a formar parte de alguna noche. Es cierto, estábamos en plena revolución de cambio de estación o como quiera llamarse y las altas y altísimas temperaturas se enredaban con algún que otro día nublado y frío.
Yo seguía tomando mi manzanilla después de cenar, ahora la preparaba mucho tiempo antes para que fuera templándose y las noches más calurosas, después de terminar los quehaceres diarios me sentaba en la terraza con mi taza en la mano y pasaba allí un rato.
Como si se tratara de una “voiyer” observaba las ventanas de los vecinos iluminadas con la luz blanca de las cocinas, las sombras de idas y venidas de sus propietarios, los ruidos de las teles, el ruido de las cacerolas, platos, etc. Y a mí no me veía nadie. Oía el pasar de los coches y alguna moto escandalosa. Las músicas cambiantes que algún mequetrefe de turno obligaba a oír con sus ventanillas bajadas y el sonido a todo trapo. Si miraba al cielo no veía nada, a menos que fuera noche donde la luna se enseñara. Tanta vida de ciudad había casi hecho olvidar lo que eran las noches estrelladas (casi ya un recuerdo en lugar de una realidad). La leve brisa que conseguía arrancarse traía también el olor de plantas diversas: distinguía algún jazmín lejano, hierbabuena y albahaca (de mis macetas). Y yo sentada en la oscuridad, disfrutando de todo aquel ajetreo nocturno que marcaba el ritmo diario.

jueves, 28 de abril de 2011

El yo

Y me preguntó cómo era yo, cómo me describiría y no supe qué contestar. Me quedé muda. Intenté cambiar el rumbo de la conversación y unos minutos después me despedí.
Durante el trayecto a casa me quedé con aquéllas preguntas revoloteando en mi cabeza. Es cierto, no sabía qué contestar. Muchas veces me he sentido segura de las decisiones tomadas, he ido capeando el temporal según aparecían las dificultades y he ido escogiendo cuando debía hacerlo.  Pero describirme, así de una manera objetiva me había dejado bloqueada. Además, ¿a qué venía esa pregunta?, no entendía por qué él, con el tiempo que nos conocíamos hacía tales averiguaciones como si de dos desconocidos se tratara. Debía saber ya cómo era yo, cómo respondería ante sus miradas, sus comentarios pero también debía saber que yo nunca había hablado así de mí. Ahora ¿por qué?.
El día empezaba a nublarse y yo también.
¿Quién era yo?.  Yo era de esas mujeres a las que les gusta ir arregladas en casi todo momento, que prefiere madrugar un poco para darse una ducha antes de salir de casa y maquillarse un poco, era una mujer sin excesos en la vestimenta, excepto cuando me sentía con ganas de guerra, entonces sacaba mis altos tacones y ceñía mi cuerpo con algún vestido que resaltara mis atributos femeninos.  Y creo que lo hacía mejor que nadie. Era de esas mujeres prudentes y con grandes dotes de diplomacia, pero a la vez una mujer guerrera si lo requería el momento y el lugar. Era una mujer educada y justiciera. Me gustaba el coqueteo y hacer uso el lenguaje gestual que todas utilizamos en determinados momentos. Era generalmente, la amiga, la hermana, la compañera pero también era la amante, la divertida, la alocada.
¿Era eso lo que buscaba él o acaso prefería otro tipo de respuesta?
Encendí la radio en busca de alguna emisora que sólo tuviese música y la dejé sonar por toda la casa.

miércoles, 6 de abril de 2011

Mi Tiempo

Estaba sentada frente a la pantalla del ordenador intentando dar comienzo a alguna historia junto a mi infusión, hoy tocaba manzana con canela, cuando me sobresaltó aquella melodía del móvil. Era una amiga. Por un momento iba a dejarlo sonar, pero decidí atender la llamada.
Estuvimos hablando un rato largo. Con ella las conversaciones siempre eran largas.
Cuando colgué me quedé pensativa. Aquella chica que siempre fue guapa, alta y para más inri , elegante, esperaba su primer hijo. En realidad era una niña todavía sin nombre con una futura habitación en rosa palo y blanco. Pero sobre todo era una niña muy deseada por todos, incluso por mí que cada vez que la veía le hablaba para que se acostumbrara a esta tía postiza.
Me quedé pensativa porque veía cómo iba sucediendo todo tan rápidamente. Nos conocíamos desde el instituto y seguimos la amistad a pesar de los horarios, de las parejas y de las idas y venidas de la vida. Empecé entonces a recapacitar qué pasaba conmigo. Veía cómo la gente de alrededor iba poco a poco construyendo sus vidas y yo ni siquiera había empezado. Ni siquiera sabía en qué punto estaba. También es cierto que no me había detenido a meditarlo, iban pasando las horas, los días, las semanas, los meses y los años. Los años. A pesar de todo ello yo recordaba con perfección muchas de las anécdotas del instituto, después de la facultad y después de cada trabajo en los que he estado. Y todo había sucedido tan rápido y yo me sentía tan igual que apenas había reparado en que había quedado algo anclada. En que parecía que mi vida había quedado inmóvil y repetitiva. Me limitaba a levantarme los 5min después a sonar el despertador, asearme e ir a por mi café con leche siempre puesto en la misma taza que me recordaba aquel viaje. Me dirigía la  ducha y tras ella a vestirme, maquillarme, secarme el pelo, hacer la cama y coger el bolso para marcharme al trabajo.
Era todo metódico y ordenado. Era todo siempre igual. Y así un día y otro.
Vivía sola pero en realidad poco disfrutaba de ello, tantas horas en el trabajo y luego yendo a comprar, preparar la cena y la comida para el día siguiente poco respiro dejaban en aquellos días de semana. Cada vez era menos consciente de cómo pasaban los meses y yo seguía igual. La gente se iba casando, iban quedando embarazad@s, iban separándose, se cambiaban de coche o de casa y yo seguía ahí: Sin casarme, sin hijos, sin cambiar de coche ni de casa.
Quería construir pero no me quedaba tiempo para hacerlo. Mi tiempo parecía un reloj sin pilas, marcando siempre la misma hora.
Construir, ese debía ser el lema. El cómo, era más difícil de encontrar.
Apagué el ordenador, me levanté de la silla y al salir de la habitación apagué la luz.

martes, 29 de marzo de 2011

El cambio de hora

Llegaba el primer amanecer tras el cambio de hora de la primavera. El sol estaba buscando su sitio a pasos agigantados, me levanté de aquella cama revuelta. Él seguía profundamente dormido a pesar de que los rayos de sol empezaban a ser cada vez más manifiestos en aquella habitación. Busqué mi ropa entre las sábanas, la butaca y el escritorio que por algún extraño motivo siempre decoraban las habitaciones de hotel, cuando en realidad nunca he conocido a nadie que hiciera uso de ellos. Fui sigilosamente al cuarto de baño e intenté recuperar mi aspecto habitual. Recogí mi pelo con una coleta, lavé mi cara y los dientes con todos los productos de cortesía que estaban en aquella cesta y acabé de vestirme.
Había sido una noche interesante.
Yo no era ese tipo de mujer fatal que conseguía  a los hombres con un solo pestañeo, más bien al contrario, pero aquella noche me sentía segura. Y no hay nada mejor que una mujer segura de sí misma. Tras una semana agotadora de trabajo conseguí reunirme con algunas amigas y nos fuimos a cenar. El vino, los chupitos tras el postre y algún cubata en los locales de moda hicieron el resto.  Aquel chico rubio que me crucé en la discoteca fue el culmen de una noche divertida. No recuerdo muy bien lo que me dijo, el chisporroteo de mi cabeza, mi risa contagiosa y la música alta contribuyeron a que mi recuerdo quede algo difuso de aquella mini-conversación. Empezamos a besarnos y se desató la pasión. Una excitación convulsa recorría todo mi cuerpo y creo que algo en él también. Tras estar un rato jugando con nuestras lenguas, cogimos un taxi y nos fuimos a un hotel cercano. Saludé apresuradamente a mis amigas y me marché.
Durante el corto trayecto supe que se llamaba Pablo, era algo más joven que yo, estaba trabajando en una empresa bastante fuerte del sector financiero y era tremendamente atractivo. Unos ojos azules enmarcados en unas largas y pobladas pestañas acompañaban a un físico espectacular.
Seguimos jugando hasta no sé qué hora. Caímos rendidos.
Cuando llegué a casa, me preparé un gran café con leche, una tostada y frente a mi iluminada ventana de la cocina, empecé a desayunar. Mi día había comenzado y me sentía mejor que nunca.