Mi principal meta era llegar al trabajo y encontrarme con él mientras aparcábamos los coches.
Saludarnos.
Pocas veces lo conseguía. Unas veces me adelantaba yo, otras él.
Lo siguiente era llegar hasta la máquina de café y si no había cola meter la moneda, pulsar “Café cortado” mientras iba a guardar el Tupper en la nevera. Recogía mi café, lo dejaba en el mismo sitio de siempre de mi escritorio y me iba a lavar las manos al baño.
Volvía y ya recogía todo lo que había dejado por la mesa y la silla: la chaqueta, el bolso, la cartera abierta tras haber cogido la moneda del café, las gafas, las llaves del coche, la bolsa donde llevaba cada día el Tupper. Lo guardaba minuciosamente todo y lo colgaba en el perchero de la pared de enfrente, detrás de mi jefe.
Me sentaba e introducía las claves de acceso al ordenador. Mientras tanto, sacaba mis bolis+rotuladores fosforescentes+lápiz del segundo cajón que guardaba atados con una goma para que no se desperdigaran. Los colocaba como siempre en los dos botes: uno con la etiqueta de Frágil donde ponía los rotuladores y el otro con un toro que compré en una tienda de chinos, donde ponía los bolis.
Empezaba a abrir los programas con los que trabajaba.
Y así iniciaba mi jornada laboral.
La gente unas veces sólo abría la puerta y daba los Buenos días, otras veces entraban y comentaban algo y yo sólo esperaba a ver en qué momento llegaba él.
Últimamente, se retrasaba mucho, pasados unos minutos de las 8.00h hacía su aparición. Depende lo que tuviese planificado para ese día entraba al despacho para comentar algo o bien sólo abría la puerta y daba los buenos días, en ocasiones hasta me dedicaba un guiño. Entonces mi día comenzaba. Me podía dar por satisfecha.
Ahora quedaba esperar hasta la tarde a que volviera y se repitiera el mismo ritual. Mientras esa tarde llegaba, esperaba una llamada telefónica que diera pie a algún chiste simple que nos mantuviera conectados. No siempre se daba tal circunstancia así que había que esperar a que volviese de su jornada laboral y poder encontrar un mínimo espacio de tiempo en que poder comentar algo. Unas veces nos comportábamos más formales por estar rodeados de gente y otras, algo más desenfadados por conseguir quedarnos solos en el despacho.
Y así un día tras otro.
Será el mismo que el de la cena??? y no te invita a tomar algo nunca??? a ver, mañana es viernes...
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