jueves, 28 de abril de 2011

El yo

Y me preguntó cómo era yo, cómo me describiría y no supe qué contestar. Me quedé muda. Intenté cambiar el rumbo de la conversación y unos minutos después me despedí.
Durante el trayecto a casa me quedé con aquéllas preguntas revoloteando en mi cabeza. Es cierto, no sabía qué contestar. Muchas veces me he sentido segura de las decisiones tomadas, he ido capeando el temporal según aparecían las dificultades y he ido escogiendo cuando debía hacerlo.  Pero describirme, así de una manera objetiva me había dejado bloqueada. Además, ¿a qué venía esa pregunta?, no entendía por qué él, con el tiempo que nos conocíamos hacía tales averiguaciones como si de dos desconocidos se tratara. Debía saber ya cómo era yo, cómo respondería ante sus miradas, sus comentarios pero también debía saber que yo nunca había hablado así de mí. Ahora ¿por qué?.
El día empezaba a nublarse y yo también.
¿Quién era yo?.  Yo era de esas mujeres a las que les gusta ir arregladas en casi todo momento, que prefiere madrugar un poco para darse una ducha antes de salir de casa y maquillarse un poco, era una mujer sin excesos en la vestimenta, excepto cuando me sentía con ganas de guerra, entonces sacaba mis altos tacones y ceñía mi cuerpo con algún vestido que resaltara mis atributos femeninos.  Y creo que lo hacía mejor que nadie. Era de esas mujeres prudentes y con grandes dotes de diplomacia, pero a la vez una mujer guerrera si lo requería el momento y el lugar. Era una mujer educada y justiciera. Me gustaba el coqueteo y hacer uso el lenguaje gestual que todas utilizamos en determinados momentos. Era generalmente, la amiga, la hermana, la compañera pero también era la amante, la divertida, la alocada.
¿Era eso lo que buscaba él o acaso prefería otro tipo de respuesta?
Encendí la radio en busca de alguna emisora que sólo tuviese música y la dejé sonar por toda la casa.

miércoles, 6 de abril de 2011

Mi Tiempo

Estaba sentada frente a la pantalla del ordenador intentando dar comienzo a alguna historia junto a mi infusión, hoy tocaba manzana con canela, cuando me sobresaltó aquella melodía del móvil. Era una amiga. Por un momento iba a dejarlo sonar, pero decidí atender la llamada.
Estuvimos hablando un rato largo. Con ella las conversaciones siempre eran largas.
Cuando colgué me quedé pensativa. Aquella chica que siempre fue guapa, alta y para más inri , elegante, esperaba su primer hijo. En realidad era una niña todavía sin nombre con una futura habitación en rosa palo y blanco. Pero sobre todo era una niña muy deseada por todos, incluso por mí que cada vez que la veía le hablaba para que se acostumbrara a esta tía postiza.
Me quedé pensativa porque veía cómo iba sucediendo todo tan rápidamente. Nos conocíamos desde el instituto y seguimos la amistad a pesar de los horarios, de las parejas y de las idas y venidas de la vida. Empecé entonces a recapacitar qué pasaba conmigo. Veía cómo la gente de alrededor iba poco a poco construyendo sus vidas y yo ni siquiera había empezado. Ni siquiera sabía en qué punto estaba. También es cierto que no me había detenido a meditarlo, iban pasando las horas, los días, las semanas, los meses y los años. Los años. A pesar de todo ello yo recordaba con perfección muchas de las anécdotas del instituto, después de la facultad y después de cada trabajo en los que he estado. Y todo había sucedido tan rápido y yo me sentía tan igual que apenas había reparado en que había quedado algo anclada. En que parecía que mi vida había quedado inmóvil y repetitiva. Me limitaba a levantarme los 5min después a sonar el despertador, asearme e ir a por mi café con leche siempre puesto en la misma taza que me recordaba aquel viaje. Me dirigía la  ducha y tras ella a vestirme, maquillarme, secarme el pelo, hacer la cama y coger el bolso para marcharme al trabajo.
Era todo metódico y ordenado. Era todo siempre igual. Y así un día y otro.
Vivía sola pero en realidad poco disfrutaba de ello, tantas horas en el trabajo y luego yendo a comprar, preparar la cena y la comida para el día siguiente poco respiro dejaban en aquellos días de semana. Cada vez era menos consciente de cómo pasaban los meses y yo seguía igual. La gente se iba casando, iban quedando embarazad@s, iban separándose, se cambiaban de coche o de casa y yo seguía ahí: Sin casarme, sin hijos, sin cambiar de coche ni de casa.
Quería construir pero no me quedaba tiempo para hacerlo. Mi tiempo parecía un reloj sin pilas, marcando siempre la misma hora.
Construir, ese debía ser el lema. El cómo, era más difícil de encontrar.
Apagué el ordenador, me levanté de la silla y al salir de la habitación apagué la luz.